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13 septiembre 2022
La constitución de HISPASAT en 1989 permitió a España incorporarse al reducido grupo de países con un operador de satélites propio que explotara sus derechos orbitales soberanos y proporcionara servicios de comunicaciones tanto comerciales como gubernamentales y de defensa. Un paso estratégico de entonces que hoy hace posible que HISPASAT no sólo mantenga su posición en España, sino que sea una voz autorizada en Europa y el operador de referencia en América Latina para la reducción de la brecha digital y la distribución de servicios audiovisuales.
Esa aventura comenzó pronto, con la primera reunión del consejo de administración de la compañía, que aprobó la apertura de negociaciones con la empresa francesa Matra para la construcción de los dos primeros satélites; cinco meses después se firmaba el contrato. El compromiso con la compañía francesa se extendía a tres satélites: el Hispasat 1A y 1B se pondrían en órbita en 1992 y 1993 y un tercero permanecería desmontado en reserva. Al poco tiempo se decidió adjudicar la delicada operación del lanzamiento del primer satélite al consorcio europeo Arianespace. El satélite sería operativo en la posición orbital 30° Oeste, que ofrecía una cobertura privilegiada sobre Europa y América.
En un tiempo récord de 30 meses ya se habían diseñado, fabricado e integrado todos los elementos del Hispasat 1A. Para acelerar la ejecución del proyecto, Matra, la empresa fabricante, contó con las principales subcontratistas British Aeroespace y Marconi Space Systems. La industria española se comprometió en un 30% del programa, dando inicio así a la vocación tractora que HISPASAT ha mantenido desde entonces con ella y que, a día de hoy, ha supuesto unos retornos de más de 1.000 millones de euros. En el mismo plazo de 30 meses alcanzó su plena operatividad el centro de control de satélites de Arganda del Rey (Madrid), inaugurado el día 12 de julio de 1992. La integración del centro la llevó a cabo Inisel Espacio, subcontratada por Matra Marconi.
En 1992 España fue un protagonista destacado en el escenario internacional con los Juegos Olímpicos en Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, mientras que en el área de las infraestructuras había comenzado a funcionar el primer tren de alta velocidad. A estos hitos tan relevantes se unió a mediados de septiembre el lanzamiento del Hispasat 1A, que se preparó en las instalaciones de Arianespace, en Kourou (Guayana Francesa).
A las 20:04 del 10 de septiembre de 1992 (1:04 horas del 11 de septiembre en España) se encendieron los motores del lanzador Ariane 4. Llevaba en su bodega el Hispasat 1A, de 2,1 toneladas de peso, y otro satélite estadounidense, el Satcom C3. Como testigos presenciales de excepción del lanzamiento hubo casi un centenar de políticos, empresarios, profesionales y periodistas que formaban parte de la delegación española. Al frente de ella se encontraban el entonces príncipe Felipe de Borbón, hoy Felipe VI; el entonces ministro de Obras Públicas y Transportes Josep Borrell; la secretaria general de Comunicaciones y presidenta de Hispasat, Elena Salgado; y el consejero delegado de la compañía, Gabriel Barrasa. El acontecimiento fue televisado en directo por varias cadenas españolas y se celebró en la Expo de Sevilla.
Al margen de las celebraciones por el éxito de la puesta en órbita, en el fondo lo que podía celebrarse es que el Hispasat 1A se presentaba como una herramienta imprescindible para los medios audiovisuales, como la punta de lanza de los nuevos negocios de telecomunicaciones aplicados a servicios avanzados para las empresas y como una pieza estratégica de gran valor para el ámbito de la Defensa.
En el ámbito empresarial, los satélites de Hispasat mejorarían los servicios de comunicaciones telefónicas, posibilitarían la transmisión de datos en los años previos a la irrupción de Internet, la televisión analógica y digital, la televisión de alta definición, la videoconferencia, el correo electrónico, los servicios de emergencia, equipos de recepción de antenas parabólicas y aplicaciones de RDSI (Red Digital de Servicios Integrados).
En relación con los servicios audiovisuales, el Hispasat 1A se percibía desde el principio como un poderoso instrumento para la distribución de señales de televisión que permitió aumentar el número de canales ante una creciente demanda, y para completar las redes de telecomunicación públicas. En 1983, en Europa no existía ningún canal de televisión por satélite. Diez años después ya se podían recibir 100 canales a través de 14 satélites. En este contexto, el satélite español añadiría nuevas posibilidades para recibir más canales.
En definitiva, el Hispasat 1A representaba una nueva oferta de radiodifusión, especialmente en el llamado servicio fijo (con 16 repetidores que servirían para transportar las señales de las televisiones existentes y para mejorar la cobertura de las televisiones privadas). También se preveía la incorporación del servicio de difusión directa, que haría posible la recepción de cinco nuevos canales con antenas parabólicas de 40 a 80 centímetros de diámetro. A lo que habría que añadir los dos canales de televisión de la llamada misión América del satélite.
Una vez en el espacio, el satélite tenía que comenzar a prestar servicios. El día 5 de diciembre 1992, tras superar con éxito la fase de pruebas en órbita, comenzaron los servicios de RTVE hacia América con la transmisión del Festival de la OTI. Este acontecimiento se transmitió por el Hispasat 1A en colaboración con Retevisión a través de su canal TV América. La señal se recibió en gran parte del continente americano, desde Nueva York hasta Tierra de Fuego. Por otra parte, ese mismo mes de diciembre, las tropas españolas destacadas en la antigua Yugoslavia también utilizaron el Hispasat 1A. Todo un anticipo de las prestaciones no solo de mercado, sino también estratégicas. El hito marcado por las primeras aplicaciones audiovisuales de este satélite se completó meses después –el 15 de octubre de 1993– con el comienzo de las emisiones de TVE Internacional y por las contrataciones con las primeras cadenas privadas de televisión.
Frente a algunas de estas críticas destacaba el optimismo de los directivos de Hispasat, quienes señalaban que el inicial sistema de satélites generaría al menos 30.000 millones de pesetas (180 millones de euros) a lo largo de sus diez primeros años de vida. Finalmente, estas previsiones se superaron con creces: en ese periodo la cifra de ingresos por arrendamiento de capacidad espacial alcanzó casi los 409 millones de euros. El proyecto HISPASAT empezaba a ser una ilusionante realidad.
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