Comprometidos con la educación en Colombia

Varias decenas de estudiantes de la escuela rural del departamento de Guainía han iniciado su proceso de transformación digital gracias a nuestra solución de internet satelital de banda ancha rural, te lo contamos…

Comprometidos con la educación en Colombia

Hispasat ha unido sus fuerzas a empresas colombianas y a la propia administración del país para llevar la educación a las zonas rurales. Este proyecto de teleeducación es una oportunidad para todos y una muestra de nuestro compromiso con Colombia. Estamos trabajando con Axess Networks, la empresa local CSE y contamos con la colaboración del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones y del Ministerio de Educación Nacional.

Hicimos un largo viaje, en unas condiciones duras y lleno de retos técnicos de enorme complejidad. Viajamos en avión, en canoa y un tractor en medio de enormes dificultades de todo tipo. Queremos compartirlo con vosotros porque nunca nos habíamos sentido más orgullosos de lo estábamos haciendo.

Todo un reto que se inició un sábado 29 de julio, partíamos llenos de ilusión porque éramos conscientes de que habría muchos niños que habitaban en lugares remotos que podrían beneficiarse. Les llevábamos la donación de un aula digital completa.

Comenzamos así un largo viaje lleno de peripecias. Salíamos del aeropuerto el Dorado ubicado en Bogotá, el trayecto tuvo una duración de 1:15 minutos para llegar a Puerto Inírida, capital de tan majestuoso departamento Guainía. Allí, con apoyo de una persona recomendada por un funcionario de la Gobernación del departamento, iniciamos la búsqueda de técnicos que pudieran realizar el desplazamiento hasta Pato (caserío del Guainía), para ello tuvimos que buscar en lugares de embarque hasta que finalmente, conseguimos una persona que aceptó realizar el transporte hasta Pato. El domingo, 30 de julio debía supervisar el transporte (desde otra embarcación) de mercancía (gasolina, cilindros de gas y diferentes elementos de construcción), por lo que pasé esa noche en Puerto Inírida. Aunque la cita era el domingo a las 6:00 a.m. en el puerto de Inírida, la complejidad de la organización nos demoró la salida hasta las 9:30 a.m. Así iniciamos la travesía por la vertiente del río Guainía, pasando por tres ríos: río Orinoco, río Atabapo y finalmente el río Guasacabi.

Tardamos algo más de nueve horas, pasamos por las comunidades colombianas de Chaguita, Raudal, Comuna, Medano, Mingao, Cacahual, Merey, Corona, San José. Paramos en Cacahual, donde atendieron y brindaron alimento a las personas que viajaban con nosotros en la lancha y que compartieron con nosotros parte del trayecto, la encargada del viaje, su esposo, su cuñada, su hermano, y dos habitantes de Guainía; solicitamos la compra de los alimentos y la respuesta fue negativa.

Durante el tránsito por el río Atabapo entramos en territorio venezolano, hasta llegar Santa Cruz donde funciona una guardia Bolivariana. En este punto se debe pagar un peaje por cada elemento o carga que se lleve. La responsable de la embarcación abonó alrededor de $4.000.000 pesos colombianos para que nos dejaran continuar el viaje. En estos trámites nos demoramos alrededor de dos horas.

Eran cerca de las las 20:00 cuando llegamos a Pato, nuestro destino. Un lugar donde solo hay una vivienda y algunos kioscos que funcionan como hogar de paso para los viajeros o “coteros” que cargan y descargan la mercancía que llega de Inírida, puesto que es un puerto transitorio de los productos que abastecen alimento y otros para las comunidades. La disposición de las personas no fue la mejor. Percibimos malestar e intriga por nuestra presencia. Para pasar la noche en el lugar colgamos la hamaca que llevaba y que percibía mi temor por las culebras y la falta de condiciones mínimas para pasar la noche.

La mañana del lunes, 31 de julio solicitamos a los conductores de los tractores que hicieran el transporte. Solo había tres tractores y la negociación no fue nada fácil. El primero que salió a las 6:00 a.m. no accedió a realizar el transporte hasta Guamirza. Se logró un acuerdo con el segundo que salía hacia la 13:00 del mediodía desde Pato, gracias a la inestimable medicación de la responsable de la carga, una señora que vendía alimento. Este viaje en tractor duró tres horas. Pese a las dificultades, debíamos dar gracias porque las condiciones climáticas eran buenas. El tractor es un medio de transporte que no cuenta con sillas, es exclusivo para llevar carga, por lo que viajamos sentados sobre la mercancía.

Según las indicaciones brindadas por el contacto que nos había organizado el primer desplazamiento: “cuando lleguen a Guamirza preguntar por…”, una persona de la cual nos brindaron tan solo el seudónimo, “diga la verdad de lo que iba a hacer, no mentir ni demostrar miedo”.

A la llegada a Guamirza seguimos puntualmente las indicaciones, hasta llegar a la vivienda de la persona referida anteriormente. Fueron muy amables, educados y atentos. Nos manifestaron que nos estaban esperando, nos ofrecieron alimento y vivienda… Tal como nos dijeron, por la hora tardía, ya no se podía continuar el viaje. Un formalismo que llegó  acompañado de muchas preguntas, como: ¿A dónde va? ¿Qué va a hacer? ¿Cuánto tiempo tardará? ¿de dónde es? ¿Cómo se llaman sus padres y abuelos? ¿en qué más ha trabajado? ¿Cuál es su número de teléfono? Entre otras. Me advierten que la zona es peligrosa, tiene muchas culebras y me recomiendan no recorrer un camino que inicia detrás de la vivienda…

La persona que nos recibió en Guamirza se encargó de conseguir a alguien más que hiciera el último tramo del recorrido, por el caño Guamirza, río Guainía. Pero tuvimos que esperar hasta el 1 de agosto para emprender esa parte del recorrido. Llevábamos cuatro días de viaje y habíamos volado en avión, navegado en barco y viajado en tractor… sin haber alcanzado aún nuestro destino.

Siendo ya las 11:00 a.m. logramos el objetivo, habíamos llegado al destino final de Puerto Colombia Guainía. El rector estaba atento a la llegada, esperándonos con amabilidad. Nos ofreció alojamiento en el internado y alimentación. La población, el corregimiento, no contaba con hospedajes ni restaurantes debido a su exiguo tamaño.

              

En definitiva, una gran aventura que nunca olvidaremos porque el esfuerzo de todo el equipo involucrado para completar este despliegue ha sido mayúsculo. Viajamos por "tierra, mar y aire" a una comunidad olvidada, para dar una oportunidad de futuro a todos esos niños y sus profesores.

Para brindar a sus estudiantes una solución que incluye conectividad satelital de banda ancha, un aula digital completa con ordenadores, tabletas, y pantallas interactivas. Además de la adecuación física de la escuela, para adaptarla a los que van a ser los nuevos hábitos de estudio de sus chavales. Sin olvidar que tuvimos que realizar un sistema de alimentación de energía eléctrica, mediante la instalación de paneles solares. Y lo que es más importante aún si cabe, un complejo plan de formación en habilidades digitales, que sirve de seguimiento para la educación de todos esos niños, y de sus profesores.

 

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